sábado, 18 de agosto de 2007

EL SINDORMIR

EL SINDORMIR

I

El sueño estaba inquietante, no sé muy bien lo que era, mil vueltas he dado en la cama. De pronto, un fuerte golpe en la ventana de mi cuarto me estremeció, hacía ya bastante rato que sentía, semi-despierto, ese golpeteo. Sólo veo la sombra de una rama que el viento arroja sin cesar sobre mi ventana. La noche está fría, y yo no logro tranquilizarme para conciliar el sueño, así, simplemente cerré los ojos forzándome a dormir.
Las cuatro de la tarde, recién desperté, estoy cansado, agotado, con la cabeza abombada, creo que no dormí nada anoche, fue una de esas noches en que uno no sabe si estuvo pensando o durmiendo, pero tengo la sensación de haber pasado la noche entera hilando frases, ideas inconexas, imágenes irreales, inexplicables.
Ya son las seis y no he hecho nada, no sé que me pasa, me siento extraño, ansioso, quiero algo, hacer algo, pero no he hecho nada, creo que el día ha estado frío y gris, sólo lo imagino, porque no he salido, ni si quiera he corrido las cortina, sólo he dado vueltas, con una extraña sensación de angustia en el estomago, dejando que el día se valla y la oscuridad se pose sobre mi.
No puedo seguir así, me siento incomodo, como si corriera peligro, tengo que despejarme, distraerme, mejor voy a ver a un amigo, así tomo un poco de aire.

II

Las calles están vacías, el sol acaba de esconderse débil y sin calor, los asientos del paradero de buses están congelados, y el cielo está enrojeciendo.
Espero que pase luego el bus.
Siento unos pasos acercándose al paradero, justo detrás de mi, como tacones de mujer, y un perfume, que frío hace... ¡Ahí viene el bus!, bien, viene vacío, al menos podré ir sentado. Que intenso perfume el que sentí en el paradero, no sé si era un perfume, era más bien un olor. No pude ver quien era, en fin, al menos ya me siento un poco más confortado.
Ese olor, ese olor...esa mujer, esa...Haaa… ¡Que pasó!, ¡Me quedé dormido!, donde voy, estoy agitado, me sudan las manos, donde voy..., a, si..., bien, aún no hemos llegado.

III

Que poco se demoro el bus, ahora a acordarme donde quedaba la casa de mi amigo, a ver..., si..., es por esta calle... y..., por acá..., aquí es.
Maldición por más que llamo no sale nadie, ni si quiera está su señora. Que hago, tengo demasiado frío, corre mucho viento, me voy a mi casa, no, mejor lo espero a que llegue, no quiero andar sólo, en la puerta de entrada hay una escalinata de tres peldaños ahí me voy a sentar a esperarlo.
Me volvió la angustia, no sé, siento que alguien me observa. Tengo que calmarme, hay alguien detrás de mi, el frío me recorre la espalda, los parpados me pesan,...siento un golpeteo en mi ventana...Haaa..., olor a frío..., una mujer golpea en mi ventana...con ruido de tacones, con olor a ruido de tacones...Haaa…,siento el olor en mi espalda...Haaa... ¡¡Que pasa!!, !uuuy¡, que dolor de cabeza, otra vez me quedé dormido, tengo fiebre, estoy sudando, mejor me voy, me siento incomodo, desprotegido, tengo la boca seca, los labios secos y apretados, y el estomago constreñido, tengo un mal presentimiento, insistente, angustioso, insoportable. Me siento mareado, veo borroso, voy respirando rápido y corto. Tengo que calmarme, todo está en mi mente, quiero sentirme bien, quiero sentirme bien.

IV

Creo que mejor me voy en taxi, ya no soporto mas andar solo por las calles. Ahí hay un taxi, hola, está libre. Derecho por favor.
Se puso a llover, las calles están obscuras, húmedas. El ruido de la lluvia me ensordece, me perturba. Voy en el asiento del copiloto, así, estaré cerca del conductor, me siento inseguro, no sé, no quiero que el taxista me hable, me siento muy mal como para responder, pero me conforta un poco estar cerca de alguien, sentir el calor de un ser humano. Miro por la ventanilla hacia las calles y es como si no viera nada, sólo imágenes rápidas, cortadas por la lluvia, veo cosas pero no sé, es todo tan rápido tan confuso, y este malestar, y la lluvia. Necesito llegar luego a casa.
De pronto alguien hace parar el taxi, los focos alcanzan a iluminar un abrigo y unas botas de mujer, de tacón muy alto y delgado, se sube en el asiento justo detrás de mí. No comprendo por que le paró si este es un taxi, o tal vez es un colectivo, no sé, ahora me siento muy mal como para preguntar nada, llevo horas sudando, siento nauseas, agotamiento, estoy deshidratado, los labios secos, y siento nuevamente ese olor, un intenso frío se posa sobre mi nuca. Quien será la mujer que va detrás de mi, miro por el retrovisor pero no alcanzo a verla, solo veo mi cara pálida y los labios blancos, no sé que me pasa, tengo los oídos tapados, sólo escucho el ensordecedor ruido de la lluvia. Intento mirar por el espejo de la derecha para verla, pero el ángulo no me lo permite, comienzo a sentir miedo, un aire gélido me recorre la espalda, y ese olor, me atormenta, lo siento macabro, no puedo ver quien va detrás mío, siento pánico, el vapor sale rápido e incesante de mi boca. A ver, por aquí viene un edificio inmenso de la compañía de teléfonos, es el típico edificio de vidrios gigantescos que cumplen muy bien la función de espejos, ahí podré ver quien va detrás de mí.
Al mirar el edificio el horror se apodera de mi garganta, veo el taxi, me veo a mi, y detrás de mi no veo a nadie, en ese momento siento como si dos agujas me atravesaran las venas del cuello, miro al taxista y éste con la cara desfigurada por el espanto me mira y mira hacia el asiento trasero, el taxista da un repentino golpe de volante y una brusca frenada, las calles están mojadas, el taxi se arrastra, y yo comienzo a perder el conocimiento, sin fuerzas, desvaneciéndome, lo último que siento en la lejanía, es el eco de los grito de pavor del taxista mezclados con una sonajera de vidrios quebrándose.
Al despertar, estoy sudando, agitado, en mi cama, miro hacia la ventana y veo que la rama que el viento arrojaba sin cesar sobre ella al fin la quiebra.
Estoy aquí, en mi cama, me toco, no entiendo nada, no sé que hora es, aun estoy espantado por la pesadilla, tengo que ordenar mis ideas, necesito unos minutos de tranquilidad para ordenarme, pero eso no es posible, porque de inmediato comienzo a sentir ese olor, y junto con ello siento unos pasos como de tacones acercándose a la puerta de mi cuarto....

Eugenio Baeza.
( invierno del 2000)