lunes, 28 de abril de 2008

TERS DÍAS EN EL LITORAL

ONDULACIÓN (En el Canelillo desde la roca más alta)

Una ondulación viene desde lejos, desde el corazón mismo del Thánatos. Infinita y poderosa ola tinte bruno, que luego da paso a azules ultramarinos. Viajando por floras, faunas, culturas, hasta llegar al borde de mis ojos, cambiando de azul a verde oscuro, emitiendo su sonido con fuerza herrumbrosa, de imperio en decadencia.
De verde a verde claro, mientras un albatros viaja a toda velocidad a diez centímetros de la ondulación, agitando sus alas, hundiendo en la mar una pequeña parte de sus puntas de pluma, cuando bajan.
La ondulación cambia a turquesa, y casi de inmediato revienta. Un estruendo titánico lo ratifica.
Todo se vuelve lácteo, yaciendo ahí, en resonante efervescencia por fracción de segundos.
El cuerpo inerte de aquella magnífica ondulación es recogido por el sonido de la espuma en retirada, y depositado nuevamente en la mar, para que ésta lo vuelva a su principio, en un lento y largo viaje retrospectivo hacia su ápeiron, del cual saldrá para reproducir el eterno retorno de su colosal existencia.


LLUEVE EN EL QUISCO

Eterna evaporación. Microscópicas partícula de agua flotante, una a una se reúnen; por millones, por kilómetros, por años, se condensan.
Atacado por el flanco derecho y el izquierdo, paulatina, pero en letal emboscada, el cielo cede su celeste existencia, dando paso a un blanco cegador, que pronto se vuelve gris uniforme. Completa y monótona techumbre que se posa sobre mi mundo.
Se cierra el telón.
La temperatura baja en forma imperceptible, pero cada miligrado menos, se siente hasta los huesos, en medio de ese relente.
Las partículas gaseosas pierden levedad, toman cada vez más peso, de tal forma que no pueden ya ser sostenidas por el cielo. El precio de cambiar de gas a líquido, de alma a cuerpo, del cielo al suelo. Así nada más, sin explicaciones previas o ulteriores. Arrojada del edén por las leyes humanas, a fuerza de gravedad.
Ineludible voluntad de poder; la gota se forma, crece, se mezcla con otra, perdiendo, si es necesario, su antigua identidad, por una nueva, más fuerte, más poderosa, hasta que se desprende, y cae.
Viaja en picada vertical a toda velocidad, un peso cayendo al vacío. A ratos se deja desplazar en forma horizontal por vientos tan violentos que pareciera que ya no cae más, flota, planea como alas deltas en suave declive.
La primera gota otoñal, a la vanguardia, aún no es acompañada por sus semejantes, demasiado lejos y retrasadas, a 0.6 milisegundos más atrás.
El mundo se ve increíble desde las alturas, las techumbres se mezclan en mágica acuarela con el humo que sale de sus chimeneas, y que es atravesado por esta viajera impetuosa y pueril.
Cesa un poco el viento, y como soltada de un amarre, la vertiginosa caída en picada vertical es retomada. Un bosque de coníferas es sobrepasado sin problemas, prosiguiendo su loca carrera, hasta que la fría y solitaria gota, cae en mi frente, se desintegra, deja un poco de si en mis poros, el resto lo seco con mis manos, con manga de chaqueta.
Extiendo una mano de palma abierta hacia el cielo, y en ese ademan casi innato, compruebo lo inevitable.
Se puso a llover en el Quisco.

OPALINA

En un ocaso prístino, de fuertes vientos y el crujir del otoño.
Soltabas y tomabas tu hermoso pelo nocturno, anticipando la noche. Inalcanzable de estrellas azules, con tu vida en cada una de ellas.
Tus palabras rozaban mi corazón con la tierna calidez de tu aliento.
Tus miradas de ojos profundos y lúdicos, ópalos brillando en tu hermosura que por segundos detenían el mundo, este mundo, este mundo niña hermosa, que a veces no sé como vivirlo.
Tus manos nerviosas y tus dedos de pianista,
los requerí y aceptaron,
les pregunté y me dijeron,
que ya nos conocíamos,
y que con el tiempo extrañaría esa noche de caricias furtivas, lanzadas a ciegas, tanteando en penumbras, ayudados por cenizas que encandecían en la vieja chimenea.
Ahora me exilio, niña hermosa. Después de ser abandonado por tantos y por mí mismo, me exilio de esta tierra, espero que exista otra. Ya no tendremos oportunidad de conocernos, pero no se me olvidará jamás que por una noche fuimos dos pasados y un presente.
Te gustaba lo que escribía, me dijiste, también que era un lindo ser, y que era mejor persona cuando no estaba ebrio. -¡Para!, ¡Para!- me decías, y me cuidaste una noche.
Te parecieron divertidas mis niñerías, de escaparme a ciertas horas, de madrugada, e irme solo, a donde mis pasos me llevaran.
Reíste cuando notaste que mi mochila de viajero estaba llena de cosas innecesarias, y que lo indispensable lo había olvidado en Santiago.
Te asustaste cuando te fui a despertar de tu siesta, para que vieras un bicho que tenía en una rama, en una hoja. Te aseguro que el bicho también estaba preocupado, claro, no tanto como esa araña que tanto te asustó y que estabamos enjuiciando, recuerdas, la sentencia fue lapidaria, pena de muerte, pero cuando estaba a punto de cumplir con la nefasta decisión, te pregunté por última vez si ratificabas el dictamen, no sé que cara puso la araña, pero desististe, le perdonaste la vida en el último minuto, ese afortunado arácnido debió ser mascota de Dostoievski.
Me interrumpiste mientras escribía en mi pequeña libreta lo que me había sucedido, eso de la primera gota que sentí antes que comenzara a llover en el Quisco, me revisaste la libreta y te reíste porque tenía anotado paso a paso como bailar una cueca.
Intenté curar tu insomnio contándote historias hasta que te durmieras, te prometí cuidar de tus sueños.
¿Te hiciste un collar con ese coquito de Eucalipto que te regalé?.
Bueno, no sé que más decir,
Adiós Opalina, la última mujer que conocí.

domingo, 30 de marzo de 2008

PEQUEÑO FRAGMENTO DEL PRIMER CAPITULO DE "EN CAMINO"

(Por Eugenio B.)

No sé de qué forma, en qué momento, amor mío, se produjo un vuelco en la carretera, jajaja, la camionada de conceptos se arrastró por las calles de Santiago, mostraron la piel sobre los huesos, hilachas de carne, la palabra destejida y vuelta a tejer.
- Tengo una estrella fugaz entre el dedo meñique y el pulgar, en el preciso momento en que la hago saltar a la punta de la lengua para regalártela en un beso, se me escapa, desaparece ese último suspiro de fusión con lo inefable.
- Sabes lo que pasa - me dices - quizás no debes buscar eso, sino sentirlo - .
Tienes toda la razón, pero...

Un beso a un fantasma,
ese vaho místico ocúrrenme en las melancólicas dulzuras del renunciado.
Y esta mujer que está a mi lado, dando giros y atracones, me dice que la verdad es que ya se me soltó el tornillo,
es muy posible, y pensar que nunca creí que esto me sucediera.
Lo que realmente me mantiene en esta exclicación irreal respecto de la irrealidad, es haber conocido a otros lo mismo (que también hablan en gíglico)
!Dostoievski a la Potesta¡, !Nietzsche a la Auctoritas¡, hasta su abolición.
Hey, damed idiot, yo quiebro esta maldita lucidez retrospectiva (así como en el "Vamos").
Aburrimiento, eufemismo para eso que no sale.
Adeu.
Leal conmigo hasta el tuétano, aunque me las tiren de mastuerzo, jajaja, Oliveira, Val, Chinaski, estamos claritos, déjenme tascar el freno, sentir esa céfira brisa que los árboles fragmentan a su paso, llegando en suave inspiración a sus sonrisas seráficas, llenas de edén, de océano completo.