miércoles, 15 de julio de 2009

Fragmento de Ventana

“...La brisa que se sentía a esa hora recorría sigilosa las obscuras calles de la ciudad, haciendo sonar levemente algunas hojas y papeles que se arremolinaban en las esquinas. Detengo mi libación, estoy solo en medio de la noche mirando a través de una venta, la abro, respiro profundo esa brisa que me refresca y hace subir el alcohol al cerebro, engañando mi equilibrio. Abro la puerta, salgo.
Respirando la tranquilidad nocturna, deambulo silente por calles umbrías. El céfiro me enfría la cara, lanzando contra mí, el vapor evanescente que sale de mi boca, rezumando incesante a través de la bufanda que llevo al cuello y me cubre hasta la nariz.
Divagando, deambulando, de ida y vuelta en eterna refracción; lógica, intuición poética. Atravieso con calma el frío relente que deja caer la noche. Desde una casa iluminada se escuchan voces, risas, se siente el calor de los reunidos, se escucha una música suave que se vierte como un bálsamo melódico sobre esta noche aterida. Canto en silencio, y las palabras que no salen se enrollan en mi lengua haciendo burbujas en mi boca.
El vacío explotó en mi cara, me declaró el sin sentido de la vida y me tornó angustiante la existencia.
La letal implosión en que deviene la existencia al estrellarse con la desesperante certidumbre de la futilidad del hacer, me hizo morir a los treinta y tres años. Desde ahí he aprendido a dar saltos desde fondos abismales en los que se pueden ver extrañas formaciones de raíces ancestrales, he navegado por torrentes metafísicos sin poder llegar a ser océano, y he aprendido a escarbar la tierra desde abajo hacia arriba buscando mi resurrección.
En oriente la angustia infranqueable llevó a la aniquilación del deseo. Por otro lado, el griego, ante la tragedia, devino en arte, en belleza. Apolo y Dionisio en infinita comunión pariendo belleza, una mezcla de llantos de nacimiento y muerte.
En la inopia camino solitario por calles húmedas y frías. Tengo media botella de whisky malo esperándome, algunos cigarrillos, quizá en un año las cosas cambien. Aunque no hayan cambiado en siglos.
Santiago, en pleno corazón de la ciudad, un corazón viciado y corroído. Camino entre espectros infernales, el piso desaparece y caigo junto al sereno que cubre a la capital. Gota a gota, caen sobre mis hojas sentimientos invernales, y me evoca el frío de un amor marchito, de miradas cobálticas, que se enoja con el mundo y no le sirve mi cariño.
Me meto en un tugurio que está en un segundo piso, cuento las monedas que me quedan y me alcanza para la cerveza más barata, me siento al lado de una ventana, en solitaria penumbra enciendo un cigarrillo, cierro los ojos, un beso a un fantasma, ese vaho místico ocúrreme en las melancólicas dulzuras del renunciado. Amo a un fantasma esquivo que me agarra a patadas el corazón, quiere que me lo arranque, sólo para ver si le produce alguna emoción.
Tomo un trago, hurgando en recursos literarios, acometen descarnadas y acerbas la palabra de los muertos; uno me dijo que las penas se ahogan en vino, pero que las tramposas aprenden a nadar. Otra que escupe al cielo maromea en el suelo, y cae cual destino, confidenciándome su nemesiana protesta.
Miro hacia afuera, el cielo se despeja. Noche láctea, vía cielo estrellado, que se estrella en mi vaso y derrama el dorado esplendor de la cerveza saboreada a pestañasos para que dure y cure más. Me siento sobre el apoyo de la ventana, miro hacia las calles, mendigos orates Sacando del fondo de los vasos algún herido, los autos pasan a gran velocidad por la avenida dejando a su paso estelas en fuga, luces rojas y amarillas, que se pierden junto con el sonido de los motores.
-Para qué escribir, si ya está todo hecho- me decía tiempo atrás un amigo.
El proceso de creación es una adicción, nada se puede comparar a crear, se ha parido un pensamiento, se ha puesto una idea en la mesa, se ha lanzado un mundo al ruedo, sólo desde la ineludible síntesis de lo que se es en completitud, se ahonda la vida, y algunas pocas veces es posible ver la ventana que se quiere abrir o la grieta con la que se pretende socavar.
Se acaba la cerveza, vuelvo al departamento.
Somos creadores de realidad; mitos, mundos, sistemas. Pero nos perdemos en nuestra propia creación, olvidamos que fue concebida y fundada por nosotros, nos entregamos al control de esos narcóticos, sin mayores reparos, nos arrojamos en la insana búsqueda de piedras filosofales, transformándolo todo en un abyecto tremedal, moviéndonos entre efluvios pestilentes hacia la decrepitud. Una vez entregada la voluntad al fruto de la adormidera es muy difícil retroceder sobre nuestros pasos...”




(por Keno Baeza)

lunes, 28 de abril de 2008

TERS DÍAS EN EL LITORAL

ONDULACIÓN (En el Canelillo desde la roca más alta)

Una ondulación viene desde lejos, desde el corazón mismo del Thánatos. Infinita y poderosa ola tinte bruno, que luego da paso a azules ultramarinos. Viajando por floras, faunas, culturas, hasta llegar al borde de mis ojos, cambiando de azul a verde oscuro, emitiendo su sonido con fuerza herrumbrosa, de imperio en decadencia.
De verde a verde claro, mientras un albatros viaja a toda velocidad a diez centímetros de la ondulación, agitando sus alas, hundiendo en la mar una pequeña parte de sus puntas de pluma, cuando bajan.
La ondulación cambia a turquesa, y casi de inmediato revienta. Un estruendo titánico lo ratifica.
Todo se vuelve lácteo, yaciendo ahí, en resonante efervescencia por fracción de segundos.
El cuerpo inerte de aquella magnífica ondulación es recogido por el sonido de la espuma en retirada, y depositado nuevamente en la mar, para que ésta lo vuelva a su principio, en un lento y largo viaje retrospectivo hacia su ápeiron, del cual saldrá para reproducir el eterno retorno de su colosal existencia.


LLUEVE EN EL QUISCO

Eterna evaporación. Microscópicas partícula de agua flotante, una a una se reúnen; por millones, por kilómetros, por años, se condensan.
Atacado por el flanco derecho y el izquierdo, paulatina, pero en letal emboscada, el cielo cede su celeste existencia, dando paso a un blanco cegador, que pronto se vuelve gris uniforme. Completa y monótona techumbre que se posa sobre mi mundo.
Se cierra el telón.
La temperatura baja en forma imperceptible, pero cada miligrado menos, se siente hasta los huesos, en medio de ese relente.
Las partículas gaseosas pierden levedad, toman cada vez más peso, de tal forma que no pueden ya ser sostenidas por el cielo. El precio de cambiar de gas a líquido, de alma a cuerpo, del cielo al suelo. Así nada más, sin explicaciones previas o ulteriores. Arrojada del edén por las leyes humanas, a fuerza de gravedad.
Ineludible voluntad de poder; la gota se forma, crece, se mezcla con otra, perdiendo, si es necesario, su antigua identidad, por una nueva, más fuerte, más poderosa, hasta que se desprende, y cae.
Viaja en picada vertical a toda velocidad, un peso cayendo al vacío. A ratos se deja desplazar en forma horizontal por vientos tan violentos que pareciera que ya no cae más, flota, planea como alas deltas en suave declive.
La primera gota otoñal, a la vanguardia, aún no es acompañada por sus semejantes, demasiado lejos y retrasadas, a 0.6 milisegundos más atrás.
El mundo se ve increíble desde las alturas, las techumbres se mezclan en mágica acuarela con el humo que sale de sus chimeneas, y que es atravesado por esta viajera impetuosa y pueril.
Cesa un poco el viento, y como soltada de un amarre, la vertiginosa caída en picada vertical es retomada. Un bosque de coníferas es sobrepasado sin problemas, prosiguiendo su loca carrera, hasta que la fría y solitaria gota, cae en mi frente, se desintegra, deja un poco de si en mis poros, el resto lo seco con mis manos, con manga de chaqueta.
Extiendo una mano de palma abierta hacia el cielo, y en ese ademan casi innato, compruebo lo inevitable.
Se puso a llover en el Quisco.

OPALINA

En un ocaso prístino, de fuertes vientos y el crujir del otoño.
Soltabas y tomabas tu hermoso pelo nocturno, anticipando la noche. Inalcanzable de estrellas azules, con tu vida en cada una de ellas.
Tus palabras rozaban mi corazón con la tierna calidez de tu aliento.
Tus miradas de ojos profundos y lúdicos, ópalos brillando en tu hermosura que por segundos detenían el mundo, este mundo, este mundo niña hermosa, que a veces no sé como vivirlo.
Tus manos nerviosas y tus dedos de pianista,
los requerí y aceptaron,
les pregunté y me dijeron,
que ya nos conocíamos,
y que con el tiempo extrañaría esa noche de caricias furtivas, lanzadas a ciegas, tanteando en penumbras, ayudados por cenizas que encandecían en la vieja chimenea.
Ahora me exilio, niña hermosa. Después de ser abandonado por tantos y por mí mismo, me exilio de esta tierra, espero que exista otra. Ya no tendremos oportunidad de conocernos, pero no se me olvidará jamás que por una noche fuimos dos pasados y un presente.
Te gustaba lo que escribía, me dijiste, también que era un lindo ser, y que era mejor persona cuando no estaba ebrio. -¡Para!, ¡Para!- me decías, y me cuidaste una noche.
Te parecieron divertidas mis niñerías, de escaparme a ciertas horas, de madrugada, e irme solo, a donde mis pasos me llevaran.
Reíste cuando notaste que mi mochila de viajero estaba llena de cosas innecesarias, y que lo indispensable lo había olvidado en Santiago.
Te asustaste cuando te fui a despertar de tu siesta, para que vieras un bicho que tenía en una rama, en una hoja. Te aseguro que el bicho también estaba preocupado, claro, no tanto como esa araña que tanto te asustó y que estabamos enjuiciando, recuerdas, la sentencia fue lapidaria, pena de muerte, pero cuando estaba a punto de cumplir con la nefasta decisión, te pregunté por última vez si ratificabas el dictamen, no sé que cara puso la araña, pero desististe, le perdonaste la vida en el último minuto, ese afortunado arácnido debió ser mascota de Dostoievski.
Me interrumpiste mientras escribía en mi pequeña libreta lo que me había sucedido, eso de la primera gota que sentí antes que comenzara a llover en el Quisco, me revisaste la libreta y te reíste porque tenía anotado paso a paso como bailar una cueca.
Intenté curar tu insomnio contándote historias hasta que te durmieras, te prometí cuidar de tus sueños.
¿Te hiciste un collar con ese coquito de Eucalipto que te regalé?.
Bueno, no sé que más decir,
Adiós Opalina, la última mujer que conocí.

domingo, 30 de marzo de 2008

PEQUEÑO FRAGMENTO DEL PRIMER CAPITULO DE "EN CAMINO"

(Por Eugenio B.)

No sé de qué forma, en qué momento, amor mío, se produjo un vuelco en la carretera, jajaja, la camionada de conceptos se arrastró por las calles de Santiago, mostraron la piel sobre los huesos, hilachas de carne, la palabra destejida y vuelta a tejer.
- Tengo una estrella fugaz entre el dedo meñique y el pulgar, en el preciso momento en que la hago saltar a la punta de la lengua para regalártela en un beso, se me escapa, desaparece ese último suspiro de fusión con lo inefable.
- Sabes lo que pasa - me dices - quizás no debes buscar eso, sino sentirlo - .
Tienes toda la razón, pero...

Un beso a un fantasma,
ese vaho místico ocúrrenme en las melancólicas dulzuras del renunciado.
Y esta mujer que está a mi lado, dando giros y atracones, me dice que la verdad es que ya se me soltó el tornillo,
es muy posible, y pensar que nunca creí que esto me sucediera.
Lo que realmente me mantiene en esta exclicación irreal respecto de la irrealidad, es haber conocido a otros lo mismo (que también hablan en gíglico)
!Dostoievski a la Potesta¡, !Nietzsche a la Auctoritas¡, hasta su abolición.
Hey, damed idiot, yo quiebro esta maldita lucidez retrospectiva (así como en el "Vamos").
Aburrimiento, eufemismo para eso que no sale.
Adeu.
Leal conmigo hasta el tuétano, aunque me las tiren de mastuerzo, jajaja, Oliveira, Val, Chinaski, estamos claritos, déjenme tascar el freno, sentir esa céfira brisa que los árboles fragmentan a su paso, llegando en suave inspiración a sus sonrisas seráficas, llenas de edén, de océano completo.

lunes, 26 de noviembre de 2007

LA CLIO NO CONTAMINA

-un fragmento de algo mas-
(por Eugenio B.)

Abro una cajetilla de cigarros, sentado en el asiento del copiloto, en el auto de la Clio, saco la parte de plástico y retiro el papelito de arriba (PULL). La Clio me mira con cara de neurótica y antes que pueda dejar los papeles en el cenicero, me dice – ¡No votes basura en mi auto!-, sorprendido miro mi mano, claro, los papelitos, bajo la ventana y los voto hacia fuera.
-Pero que estas haciendo- me dice la Clio.
-Pero tu me dijiste que...-
-Pero como se te ocurre- continuó –ensucias la ciudad y además contaminas-
-Hey, pero si sólo es un papelito-
-Claro un papelito no más, si todos pensaran como tú todo estaría sucio y contaminado-
-Bueno, pero si nadie votara papelitos en la calle dejaríamos a quizá cuantos aseadores sin trabajo, vez, no hay que ser absolutista, jajaja, además vivir es ensuciar-
Por su cara desencajada me di cuenta que no compartía mi sentido del humor, y como no quería arruinar el viaje le dije que se calmara, que yo tampoco voto papeles al suelo, pero que ese era tan pequeño, que era una cuestión de criterio y que bueno, por último el papelito era biodegradable, con el agua se pudre y listo.
El viaje continuó con su cara de disgusto, siguió hablando y hablando sobre la contaminación, las personas sucias, la educación y bla, bla, bla.
-bueno- le dije –no sé que tanto hablas, tu y los cientos de miles, con sus autitos tienen el aire irrespirable, lleno de monoxido de carbono, y los catalíticos como los tuyos son igual o mas nocivos para la salud por que expelen ozono que se queda a nuestra altura, que decir de los cientos de niños que en los inviernos hacen colas interminables para lograr que un consultorio de mierda les atienda sus enfermedades respiratorias, y los ancianos con sus asfixias, y ni hablar de las transnacionales que se benefician con la compra de tus autitos y la injerencia económica mundial de estos conglomerados, las compañías de seguro y bla, bla, bla,-
Dos cuadras después de terminar mi brillante intervención y con la sangre en la cabeza, le dije que parara, me bajé ofuscado del auto, ella enojada, no tardo ni medio segundo en cerrarme la puerta e irse.

martes, 9 de octubre de 2007

un pregunta a lo anterior

A PROPOSITO DE ESCOPETAS
(Por Eugenio Baeza)


El pasado es una construcción que hacemos desde el presente. Quienes vencen hacen oficial es construcción. Entre el clan Pinochet y el clan concertación, mas todos los conformistas, reproductores y convencidos, los vencidos seremos siempre los mismos. Y día a día nos irán armando “la historia”. Perdón por la perogrullada.

Me parece un atino preguntarse por el “Qué hay que cambiar” así como se ha planteado, me parece la forma racional de abordar el tema, así se evitan, como me decía un amigo mientras reía, a los “entusiasmistas”, esos que participan y marchan, sabiendo poco o nada de porque lo están haciendo, gritan y hacen protestas para que las cosas cambien, sabiendo poco o nada sobre la necesidad de que algo cambie y que debe cambiar (ni hablar de lo inoficioso, o pero aún, lo contraproducente o nocivo que podría llegar a resultar todo ese “entusiasmismo”).

No es mi intención traer mas papeleo al asunto en cuestión, pero asaltan dudas.

Desentrañar lo que habría que cambiar es una ardua tarea, mas no inabordable. Supongamos que podemos develar algunas cosas.

Tenemos la información y el análisis, y sí, tal o cual cuestión deben cambiar.
¿Tenemos los medios para llevar a cavo la fase ejecutiva?.
Supongamos que si, tenemos un abanico de opciones, en cuanto a medios, para llevar a cavo aquellos cambios.

¿Cómo?
De que forma.
Para llevar a cavo estos cambios, estas nuevas ideas, se necesita poder, o mejor dicho, estos cambios vendrán producto de un nuevo poder, material, más poderoso que el que sucumbe (lógico), y que necesitará explicar y explicarse el cambio de cosas.
¿Y cambiarán las cosas? O será la perpetuación de lo mismo.
El Poder, y no los poderosos, dice “Todo cambia para que nada cambie”.
¿Los cambios se llevaran a cavo obstante y a pesar de quien pretenda resistirse? ¿Alguien padecerá aquellos cambios?.
Derrocar a la aristocracia implicó una burguesía más poderosa, más rica, derrocar a la plutocracia debiese implicar...

¿Cómo?
¿Revolución política?, que un grupo gane la “libertad” para todos, bajo unos específicos y determinados mecanismos totalitarios bajo la excusa de que “la burguesía se infiltrará nuevamente entre nosotros” y estropeará el proceso de cambios, como si tal grupito tuviese algo de homogéneo, mas aún, como si tal grupito no fuese parte o aspirante a burgués .
¿Revolución social?, como postulaban algunos anarquistas por ahí por 1900, abocarse a la tarea de convencer y difundir para que paulatinamente se produzca el cambio cultural. Claro que esos santos anarquistas no podían imaginar el asuntito del superdesarrollo de los medios de comunicación, lo que cambia drásticamente las cosas. Todo el costo en recursos, organización y tiempo que tomaría convencer a uno, por ejemplo de la necesidad de ciertos cambios previamente identificados y analizados, convencer a uno (y a medias, porqué con uno siempre se ponen escépticos estos guevones), eso en comparación con las hordas de sujetos que resultan hipnotizados por los productos más irracionales de nuestra sociedad expuestos a través de una vitrina idiotizante, lucrativa, la vitrina que convence a cientos de miles de la necesidad de mantener el status quo, que coopta hasta la crítica y la hace funcional.

¿Cómo?,
Como romper el circulo de la eterna dominación del hombre por el hombre,
Como cambiar algo sin repetir la misma lógica, como dar el paso a un lado de este eterno retorno, sin renunciar a la crítica, sin anularse.
No pretendo, a estas alturas del partido, postular formulas consensuales, pero la conflictualidad no tiene porque desmoronar, no tiene porque ser genocida, todo lo contrario.
¿Entonces, “Como”, es parte del “Qué hay que cambiar”?

viernes, 28 de septiembre de 2007

NUESTRA ALEGRE JUVENTUD

NUESTRA ALEGRE JUVENTUD
(Por Eugenio B.)


Cuantos eran, eran muchos, conocidos y por conocer.
Vociferar allí, criticar allá, oponerse, criticar.
Algunos marcharon, se movilizaron, otros pensaron, escribieron, y hasta se organizaron.

No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.
Cuando llegó el momento de mirarse los unos a los otros en público, y cada uno frente al espejo en privado, se tomaron decisiones, opciones, aquello que siempre implica pervivir algo y matar otro tanto.

No quedó nadie, mas bien, casi nadie, que en relación a la ínfima cantidad de los que quedamos, podemos decir que se fueron todos.

Simplemente fue aquella alegre juventud. Para ellos fue un momento, algo que contar a sus hijos, o una forma de castigar a sus padres, quizá una forma de darse a conocer o más aún, de existir, quizá la vanidad les impedía ser unos mas del montón, tenían que, por cualquier medio, exponerse, imponerse, y dejar atrás esa gran fragilidad.

Algunos lograron pequeños puestos que nunca se imaginaron, puestos con nombres, para otros fue ganarse un respeto que nunca soñaron y elevaron sus nombres a la categoría de personajes, para una gran mayoría fue simplemente pertenecer a algo, a algo choro eso si, para después pasar a la vida tranquila del anonimato.

Han pasado muchos años ya, y lamentablemente todo lo que se intuyó en aquellos tiempos se cumplió (después me dirán que el problema es la intuición). Todo fue simplemente una moda, una etapa, los corazones que vociferaban, que marchaban, que escribían, eran fríos, algunos calculadores, algunos pusilánimes, otros enfermizos y secos, podridos.

Peligrosamente ese pasado juvenil se transformó en un obstáculo, y cuando se trata de alcanzar algunas monedas, posiciones, o papelitos con membrete donde se señale claramente que existen, vaya que se les vio salir corriendo a trastabillones por lo que se pudiese alcanzar, despojándose sin dudar de todo pasado obstaculizante y ahora casi vergonzoso.

Ahora criticaran con auspicio, con respaldo, con dinero en los bolsillos, y eso, claro está, es ser realista, ahora, jota a jota a, ahora vivirán una alegre adultes. me imagino, (después me dirán que el problema es la imaginación).
Vociferaran, pero con eufemismos y más despacito, escribirán, según la línea editorial y el auspicio, cobraran según como lo hayan lamido, sentirán que están haciendo un gran aporte a la sociedad, se irán a sus casas, tomaran del bueno, en sus asados y reuniones, criticaran “el modelo”, así, hasta el día de su última bocanada de oxigeno (único momento en el que realmente harán un gran aporte a la sociedad).
Hablaron de sueños y basto el sonido de dos monedas chocando para que despertasen, hablaron en contra de las jerarquías y basto ponerles una escalera a la derecha para que quisiesen subir por ella, hablaron en contra de la autoridad y como recurrieron a ella para que les certificaran que son alguien, hablaron de racionalidad y bastó ver sus vidas....

sábado, 18 de agosto de 2007

EL SINDORMIR

EL SINDORMIR

I

El sueño estaba inquietante, no sé muy bien lo que era, mil vueltas he dado en la cama. De pronto, un fuerte golpe en la ventana de mi cuarto me estremeció, hacía ya bastante rato que sentía, semi-despierto, ese golpeteo. Sólo veo la sombra de una rama que el viento arroja sin cesar sobre mi ventana. La noche está fría, y yo no logro tranquilizarme para conciliar el sueño, así, simplemente cerré los ojos forzándome a dormir.
Las cuatro de la tarde, recién desperté, estoy cansado, agotado, con la cabeza abombada, creo que no dormí nada anoche, fue una de esas noches en que uno no sabe si estuvo pensando o durmiendo, pero tengo la sensación de haber pasado la noche entera hilando frases, ideas inconexas, imágenes irreales, inexplicables.
Ya son las seis y no he hecho nada, no sé que me pasa, me siento extraño, ansioso, quiero algo, hacer algo, pero no he hecho nada, creo que el día ha estado frío y gris, sólo lo imagino, porque no he salido, ni si quiera he corrido las cortina, sólo he dado vueltas, con una extraña sensación de angustia en el estomago, dejando que el día se valla y la oscuridad se pose sobre mi.
No puedo seguir así, me siento incomodo, como si corriera peligro, tengo que despejarme, distraerme, mejor voy a ver a un amigo, así tomo un poco de aire.

II

Las calles están vacías, el sol acaba de esconderse débil y sin calor, los asientos del paradero de buses están congelados, y el cielo está enrojeciendo.
Espero que pase luego el bus.
Siento unos pasos acercándose al paradero, justo detrás de mi, como tacones de mujer, y un perfume, que frío hace... ¡Ahí viene el bus!, bien, viene vacío, al menos podré ir sentado. Que intenso perfume el que sentí en el paradero, no sé si era un perfume, era más bien un olor. No pude ver quien era, en fin, al menos ya me siento un poco más confortado.
Ese olor, ese olor...esa mujer, esa...Haaa… ¡Que pasó!, ¡Me quedé dormido!, donde voy, estoy agitado, me sudan las manos, donde voy..., a, si..., bien, aún no hemos llegado.

III

Que poco se demoro el bus, ahora a acordarme donde quedaba la casa de mi amigo, a ver..., si..., es por esta calle... y..., por acá..., aquí es.
Maldición por más que llamo no sale nadie, ni si quiera está su señora. Que hago, tengo demasiado frío, corre mucho viento, me voy a mi casa, no, mejor lo espero a que llegue, no quiero andar sólo, en la puerta de entrada hay una escalinata de tres peldaños ahí me voy a sentar a esperarlo.
Me volvió la angustia, no sé, siento que alguien me observa. Tengo que calmarme, hay alguien detrás de mi, el frío me recorre la espalda, los parpados me pesan,...siento un golpeteo en mi ventana...Haaa..., olor a frío..., una mujer golpea en mi ventana...con ruido de tacones, con olor a ruido de tacones...Haaa…,siento el olor en mi espalda...Haaa... ¡¡Que pasa!!, !uuuy¡, que dolor de cabeza, otra vez me quedé dormido, tengo fiebre, estoy sudando, mejor me voy, me siento incomodo, desprotegido, tengo la boca seca, los labios secos y apretados, y el estomago constreñido, tengo un mal presentimiento, insistente, angustioso, insoportable. Me siento mareado, veo borroso, voy respirando rápido y corto. Tengo que calmarme, todo está en mi mente, quiero sentirme bien, quiero sentirme bien.

IV

Creo que mejor me voy en taxi, ya no soporto mas andar solo por las calles. Ahí hay un taxi, hola, está libre. Derecho por favor.
Se puso a llover, las calles están obscuras, húmedas. El ruido de la lluvia me ensordece, me perturba. Voy en el asiento del copiloto, así, estaré cerca del conductor, me siento inseguro, no sé, no quiero que el taxista me hable, me siento muy mal como para responder, pero me conforta un poco estar cerca de alguien, sentir el calor de un ser humano. Miro por la ventanilla hacia las calles y es como si no viera nada, sólo imágenes rápidas, cortadas por la lluvia, veo cosas pero no sé, es todo tan rápido tan confuso, y este malestar, y la lluvia. Necesito llegar luego a casa.
De pronto alguien hace parar el taxi, los focos alcanzan a iluminar un abrigo y unas botas de mujer, de tacón muy alto y delgado, se sube en el asiento justo detrás de mí. No comprendo por que le paró si este es un taxi, o tal vez es un colectivo, no sé, ahora me siento muy mal como para preguntar nada, llevo horas sudando, siento nauseas, agotamiento, estoy deshidratado, los labios secos, y siento nuevamente ese olor, un intenso frío se posa sobre mi nuca. Quien será la mujer que va detrás de mi, miro por el retrovisor pero no alcanzo a verla, solo veo mi cara pálida y los labios blancos, no sé que me pasa, tengo los oídos tapados, sólo escucho el ensordecedor ruido de la lluvia. Intento mirar por el espejo de la derecha para verla, pero el ángulo no me lo permite, comienzo a sentir miedo, un aire gélido me recorre la espalda, y ese olor, me atormenta, lo siento macabro, no puedo ver quien va detrás mío, siento pánico, el vapor sale rápido e incesante de mi boca. A ver, por aquí viene un edificio inmenso de la compañía de teléfonos, es el típico edificio de vidrios gigantescos que cumplen muy bien la función de espejos, ahí podré ver quien va detrás de mí.
Al mirar el edificio el horror se apodera de mi garganta, veo el taxi, me veo a mi, y detrás de mi no veo a nadie, en ese momento siento como si dos agujas me atravesaran las venas del cuello, miro al taxista y éste con la cara desfigurada por el espanto me mira y mira hacia el asiento trasero, el taxista da un repentino golpe de volante y una brusca frenada, las calles están mojadas, el taxi se arrastra, y yo comienzo a perder el conocimiento, sin fuerzas, desvaneciéndome, lo último que siento en la lejanía, es el eco de los grito de pavor del taxista mezclados con una sonajera de vidrios quebrándose.
Al despertar, estoy sudando, agitado, en mi cama, miro hacia la ventana y veo que la rama que el viento arrojaba sin cesar sobre ella al fin la quiebra.
Estoy aquí, en mi cama, me toco, no entiendo nada, no sé que hora es, aun estoy espantado por la pesadilla, tengo que ordenar mis ideas, necesito unos minutos de tranquilidad para ordenarme, pero eso no es posible, porque de inmediato comienzo a sentir ese olor, y junto con ello siento unos pasos como de tacones acercándose a la puerta de mi cuarto....

Eugenio Baeza.
( invierno del 2000)